La hija oscura

La fruta está abombada otra vez. Intento que no perezca. En enero me dediqué a no perecer, el almanaque pegado en la heladera, pendiendo de un imán, con la garganta medio seca, busco agua helada.

Los veranos muestran mis peores defectos. El piso manchado otra vez; permanecen las algas, los caparazones, la espuma amarilla, mugrienta. Tal vez, demasiado tiempo libre. El vapor indecoroso, los azulejos transpirando; una suerte de fuerza me empuja hacia abajo. No quiero que el discurso sobre mí acapare la atención.

Pelo el durazno, y me siento en La hija oscura. Qué película. Ch me preguntó mil cosas que no le cerraban, argumentos a mitad de camino, frases suspendiendo de un hilo, actitudes desconcertantes. Ch siempre necesita coherencia, e intento aportar algún dato, atar cabos en ese mar de imágenes marítimas y muñecas de plástico. Repasando un poco, calculo que entendí la mitad de la historia. Pero qué me importa. Por eso me encandiló, ¿no? La imagen, la pilcha, el lugar, el encuadre y el plus de Dakota Johnson. La reina indiscutida de la Belleza. Y no es rubia, mylord.

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