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emilianabalmaceda

Jasminun

Actualizado: 31 jul

“La batalla es diaria. Hasta que un día, de golpe, se define”.


No fue fácil concertar cita con Lola Achával. Que sí, que no, que al mediodía, que no puedo, que mañana, que pasado. Por momentos, me hacía acordar mucho a Mi novia Polly, tan insegura y tierna pero, al mismo tiempo, tan determinante en su estilo. Tal vez, gracias a ese carisma dejé de lado mis prejuicios más feroces y me rendí a su neurosis.

No sé cuántos meses de desconcierto habrían pasado, hasta que Rosario (que estaba tan encajetada con que tenía que verla), finalmente, la llamó y consiguió la entrevista.

 

La oficina era blanca, obviamente, qué se podía esperar de una mina que corre a la moda. Pero tenía un par de toques innegociables. El perfume a jazmín me dio vuelta de entrada. Será que me recuerda a mi infancia en lo de Clara, echadas en el jardín mientras hacíamos pulseras de caracoles para vender a las viejas de la playa. Después de sucesivas reuniones, y dar con la confianza suficiente con Teresita, la secretaria, me enteré de que rociaba las flores con un perfume especial para que el aroma perdurara más. Javier, su marido, se lo traía de Hong Kong cada vez que viajaba por negocios; más que ese dato no pude sacar.

 

 Lola abrió la puerta de su oficina de par en par con la energía típica de una mina de negocios. Una pared repleta de tapas de revistas enmarcadas en dorado, escoltaba su escritorio de dos por dos. En una punta, un portarretratos de Javier y los chicos en Magic Kingdom; en la otra, una pila de Harper's Bazaar. Me chequeó de arriba a abajo sin piedad. Después, se quedó en mi mirada. Calculo que su cara de asco habrá sido al no reconocer ningún signo de vanguardismo. No era una de esas chicas que advertía maravillada en mi época porteña. Las veía pasar por las calles de Puerto Madero, minifalda de cuero, mocasines charolados, remera con un hombro coral, cargando papeles y charlando atentas con hombres trajeados. Sus siluetas se replicaban en los vidrios de los edificios como un caleidoscopio. Esa sí que era una belleza infinita. Para mí siempre es jean. Jean con jean. Jean Oxford + campera de jean. En fin.

 

La segunda vez que nos encontramos, fui con los textos impresos. Me había tirado un par de consignas: “Tres formas de usar la riñonera”;  “Las gorditas existen”. Durante una semana estuve dándole vueltas a la cuestión ética de escribir sobre esa mierda. Hasta que una mañana, prendí la compu y me inmolé.

 

(In progress) 💘


Fuente: Web

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